Lloret de Mar
A mediados del siglo XVIII había muchos navegantes lloretenses que iban a América de una forma más o menos declarada. Pero en 1778, el rey Carlos III promulgó el Decreto del Libre Comercio con las colonias americanas. Este hecho, no sólo supuso un gran impulso para la actividad naviera del pueblo (entre 1812 y 1869 se llegaron a construir 130 barcos), sino que también potenció y consolidó la marina mercante.
Alrededor de la marina mercante lloretense se organizó todo un comercio de exportación y de importación que enriqueció buena parte de la población. Los barcos se dirigían hacia Santiago de Cuba, La Habana, Montevideo, Buenos Aires ... cargados de vinos, aceites, tejidos, sal, harina y otras mercancías, y volvían a Cataluña cargados de algodón, maderas nobles, pieles, azúcar , tabaco, café, ron, "tasajo" ...
Muchos lloretenses participaban en el negocio que suponía cada viaje y ponían dinero para la construcción del buque o para la adquisición de la mercancía.
Así, muy pronto, en Lloret hubo una gran cantidad de mujeres viudas -jóvenes y ricas-, unas calles y plazas bien elegantes, un suntuoso cementerio de estilo modernista -con obras de destacados arquitectos: Puig i Cadafalch, A. Gallissà, Conill y Montobbio ...-, y unos edificios públicos de cierta relevancia artística: el Ayuntamiento, las reformas modernistas de la iglesia, las escuelas parroquiales, etc.
Entre 1880 y 1920 la fisonomía urbana de Lloret de Mar experimentó un cambio radical. Sin embargo, a partir de la segunda década del siglo XX, también entró en declive la figura del "americano".